Domingo de Pentecostés C
(Hch 2, 1-11; Rm 8, 8-17; Jn 14, 15-16.23b-26)
Queridos hermanos:
Celebramos
el recuerdo de la efusión del Espíritu Santo: El que narra san Juan cuando
Cristo resucitado sopla sobre los apóstoles, y el que san Lucas presenta
solemnemente en los Hechos de los Apóstoles, cuando nace la Iglesia al recibir
su alma desde lo alto. Con la fuerza del Espíritu comienza el anuncio de la
Buena Noticia a todas las gentes que se reúnen en un solo corazón.
En este domingo, la palabra está llena
de contenido. Aparece la comunidad cristiana unida por el amor, como una
consecuencia de la obra realizada en ellos por Cristo: Los discípulos
incorporados a la comunión del Padre y el Hijo, reciben el Espíritu Santo, el
don de la paz, y la alegría, y son investidos de la “potestad” de Cristo para
perdonar los pecados, incorporando así a los hombres a la comunión con Dios.
Esta será su misión, de comunicar el amor de Dios que les ha alcanzado en
Cristo.
Guiada por el Espíritu la Iglesia es conducida
al conocimiento profundo del Misterio de Cristo y permanece atenta a sus
inspiraciones. Por él los fieles claman a Dios: “¡Abba!, Padre, y proclaman a
Cristo como Señor. Él adoctrina a los apóstoles, inspira a los profetas,
fortalece a los mártires, instruye a los maestros, une a los esposos, sostiene
a los célibes y a las vírgenes, consuela a las viudas, y educa a los jóvenes.
De él proceden la caridad y todas las virtudes.
Mediante el don del Espíritu el hombre
tiene acceso al Reino de Dios y es constituido miembro de Cristo unido a su
misión y fortalecido ante las adversidades.
La obra de Cristo en nosotros, ha
comenzado por suscitarnos la fe, y concluye con el don de su Espíritu. Él será
quien guie la existencia y la misión de los discípulos, unidos definitivamente
a Cristo.
Cristo ha sido enviado por el padre para testificar su amor y para que a través del Espíritu, recibiéramos la vida nueva para nosotros y eterna en Dios, de la comunión de su amor: “Un solo corazón, una sola alma, y unidos en la esperanza de la fe, que obra por la caridad. Así, visibilizando el amor que derrama en nosotros el Espíritu Santo, testificamos la Verdad que se nos ha manifestado y el mundo es evangelizado para alcanzar la salvación.
Proclamemos juntos nuestra fe.
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