Viernes 16º del TO
Mt 13, 18-23
Queridos hermanos:
La palabra hace referencia a aquello de
tener ojos para ver, oídos para oír y corazón para comprender. Hay un combate
entre la fuerza del Evangelio y las dificultades que le oponen la dureza de nuestro
corazón y la seducción del mal para fructificar: La dureza del corazón, los obstáculos
del ambiente, el ardor de la vida, la seducción de la carne, mundo, y riquezas.
En definitiva, nuestra naturaleza caída,
a fuerza de ofrecer resistencia a la acción sobrenatural de la gracia ha
quedado imposibilitada para la conversión, y necesita un suplemento de ayuda,
una nueva acción gratuita de Dios que abra el corazón a la omnipotencia de su
misericordia. Hace falta acoger el año de gracia del Señor, el tiempo favorable
que nos llega con Cristo, por medio del Evangelio. Después seguirá siendo necesario
un constante cuidado, vigilancia y
atención, como si del cultivo de un campo se tratara. Dios es el agricultor,
por lo que necesitamos estar unidos a él. Recordemos aquello de: “Temo al Dios
que pasa.”
Velad y orad; esforzaos por entrar por la puerta estrecha; el que persevere hasta el fin; permanecer en mi amor; el Reino de los cielos sufre violencia. Entre otras, estas son palabras del Evangelio que no contradicen en absoluto la gratuidad de la salvación de Cristo, pero: “Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que digo”. Nos recuerdan la necesidad del combate inherente a la vida cristiana, para el cual hemos recibido gratuitamente el Espíritu Santo, sin el cual es imposible dar el fruto del amor necesario para alimentar al mundo. Unos treinta, otros sesenta y algunos ciento.
Que así sea.
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