Domingo 20
del TO B
(Pr 9, 1-6; Ef 5, 15-20; Jn 6, 51-58)
Queridos
hermanos:
Hoy la Palabra, que hemos contemplado
como pan, como alimento, se hace “banquete”: comunión gozosa y
convivencia alegre entorno al alimento compartido, fiesta personal en la que se
unifican cuerpo y espíritu en la relación. Los animales pueden comer juntos
pero no en comunión.
En el banquete del Reino preparado por
la Sabiduría del que nos habla la primera lectura, la comunión no es solo
externa, en torno a un alimento material que regocija el espíritu, sino que el
alimento mismo es espiritual, sustancial; es amor. “llenaos más
bien del Espíritu.” Nos dice la segunda lectura.
En el banquete del amor, lo que se
asimila se transforma en amor y difunde por todos los miembros su virtud. Si el
Alimento y el amor es Cristo el que come y asimila se hace semejante a él en su
ser, y en su vivir. “El que crea en mi hará las obras que yo hago”. La entrega
de Cristo en mí, se hace entrega, como decíamos el sábado pasado. “El que se
une al Señor, se hace un solo espíritu con él.” (1Cor
6,17).
No
sólo un cuerpo, sino también un solo espíritu. Un solo amor. Por eso: “si no coméis
la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros.”
El Señor es amor para nosotros y para el
mundo: “no
seáis necios, sino sabios; comprended
cuál es la voluntad del Señor.” Vivid: “dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre
de nuestro Señor Jesucristo.”
Proclamemos juntos nuestra fe.
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