Miércoles 8º del TO
Mc 10, 32-45
Queridos hermanos:
En esta palabra aparece la naturaleza
caída del ser humano en la realidad carnal de los apóstoles, que, busca ser, en
todo, bajo el estado de precariedad existencial, que el pecado ha socavado en
su personalidad, y aparece también el hombre nuevo, en Cristo, que es capaz de
negarse a sí mismo con la libertad del amor, anteponiendo el bien ajeno
mediante el servicio desinteresado, hasta el extremo de entregar la propia vida
como realización plena de sí, trascendiendo las limitaciones de un ser cercado
por la muerte. Este es el llamamiento a sus discípulos como “seguidores de
Cristo”: «que tampoco el Hijo del hombre ha
venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»
Jesús
va delante porque en su caminar indica el camino, hace el camino, es el camino
al Padre, y si no va delante de nosotros, no sabemos por dónde ir, y ni
siquiera podemos. El Señor se encamina al Padre a través de la pasión, con
decisión, y atrae a los discípulos a seguirle, pero no los empuja; los reúne
pero no los amontona. Como reconoce Tagore: No es fácil conducir a los hombres;
empujarlos, en cambio es muy sencillo. Sabiendo que buscaban matarlo los
judíos, sus discípulos se sorprenden y tienen miedo, pero Cristo sabe que el
Padre se complace en su entrega y arde en deseos de consumarla.
Los
discípulos mientras tanto siguen a Cristo, pero su realidad carnal hace
prevalecer en ellos su concepción mundana del Reino, en el que aspiran a realizarse
sobresaliendo sobre los demás, sin comprender que la grandeza en el Reino está
en relación directa con el servicio y el amor. El que está en la carne desea lo
carnal, pero Cristo vive en otra onda propia del Espíritu, que es la donación.
Su Reino es el amor y quien quiera situarse junto a Cristo debe acercarse a su
entrega.
Este puede ser un punto importante para nuestra conversión, en nuestra condición de discípulos: centrarnos en el amor de Cristo, en el servicio, sin contemplarnos a nosotros mismos, sino a Cristo, en cuyo amor resplandece el rostro del Padre.
Que así sea.
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